Soy el que sabe que no es
menos vano
que el vano observador
que en el espejo
de silencio y cristal sigue
el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo)
del hermano.
Soy, tácitos amigos, el
que sabe
que no hay otra venganza
que el olvido
ni otro perdón. Un dios
ha concedido
al odio humano esta
curiosa llave.
Soy el que pese a tan
ilustres modos
de errar, no ha
descifrado el laberinto
singular y plural, arduo
y distinto,
del tiempo, que es uno y
es de todos.
Soy el que es nadie, el
que no fue una espada
en la guerra. Soy eco,
olvido, nada.
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