sábado, diciembre 22, 2007

Arturo Pérez-Reverte y Luis Sinco: Coincidencias en campos de batalla

“La verdad está en las cosas, no en nosotros,
pero nos necesita para manifestarse”
Arturo Pérez Reverte


Hace algunos meses leí El pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte, editado por Alfaguara. El pintor de batallas es una historia que muestra al lector el caos en el que se vive actualmente, un caos que encierra también amor, arte, ciencia, lucidez, soledad y guerra… sí, la guerra.
Pérez Reverte da muestra clara de que el pasado nos persigue y, en algunas ocasiones, nos alcanza. Tal es el caso de Faulques, fotógrafo reconocido, ex corresponsal de guerra, que después de varios años se encuentra con Ivo Marcovik, un soldado a quien fotografió en Vukovar, Croacia. El encuentro es peculiar porque es Marcovik quien, por años, busca a Faulques y, cuando lo encuentra, le reclama el hecho de que por la fotografía tomada su vida cambió radicalmente. Con la llegada de este personaje, la memoria de Faulques retoma escenarios sangrientos vividos en las guerras que el pintor presenció junto a Olvido, una ex modelo que se convierte en el amor de su vida y quien muere al pisar una mina. Ivo Marcovik ha regresado del pasado con un solo objetivo: matar a quien le fotografió durante una de las batallas y con cuya foto aumentó su fama.
Retomo la lectura de El pintor de batallas porque hace unas semanas, en la revista Proceso del 25 de Noviembre, salió un reportaje en la sección Internacional /Estados Unidos titulado La guerra interior de Miller y que habla precisamente de algo muy, muy semejante a lo que Pérez-Reverte trata en El pintor de batallas. Así como en la novela del autor nacido en Cartagena es Faulques el fotógrafo que toma la gráfica de Marcovik, en La guerra interior de Miller es Luis Sinco, fotógrafo del diario Los Ángeles Times, quien captó el rostro del sargento estadounidense James Blake Miller, después de un cruento combate en Falluja, Irak.
Cuando encontré el texto de Luis Sinco y comencé su lectura, de inmediato llegó a mi cabeza la novela de Arturo Pérez-Reverte, más aún cuando leí el inicio. Observen la similitud:
El pintor de batallas, Arturo Pérez-Reverte:
“… Acababan de correr cuatro kilómetros con los tanques enemigos pegados a las botas, y entre la reverberación del sol sobre el camino se movian ahora con extrema lentitud, casi fantasmales, sin otro ruido que el retumbar sordo de las explosiones lejanas y el roce de sus pies sobre la tierra… Faulques, al pasar junto a ellos, decidió registrar la imagen de aquella extenuación… dejó pasar varios rostros y eligió el tercero a través del visor, casi por azar: unos ojos claros extremadamente vacíos, unos rasgos descompuestos po el cansancio, la piel cubierta de gotas del mismo sudor que apelmazaba sobre la fente el pelo sucio y revuelto, y un viejo AK-47 apoyado con descuido sobre el hombro derecho, sostenido por una mano envuelta en un vendaje manchado y pardo. Después el obturador hizo clic.” (p 30-31)

La guerra interior de Miller, Luis Sinco:
“El joven marine encendió un cigarro y lo dejó colgar de sus labios. Un humo blanco envolvió su casco. Su cara estaba embadurnada con pintura de guerra. Goteaba sangre de su oreja derecha y del puente de la nariz. Ensordecido momentáneamente por la detonación de los cañones, no se dio cuenta de que el tiroteo había cesado. Miraba fijamente la salida del sol. Su expresión captó mi atención. Me decía que estaba aterrorizado, exhausto y simplemente contento de estar vivo. Reconocí esa mirada, porque yo me sentía igual. Levanté mi cámara y tomé algunas fotos.” (p 36)

Y las semejanzas continúan:
El pintor de Batallas:
“La foto se publicó cuatro semanas después, coincidiendo con la caída de Vukovar y el exterminio de sus defensores, y aquella imagen se convirtió en un símbolo de guerra. O, como concluyó el jurado profesional que la premió con el prestigioso Europa Focus de aquel año, en el símbolo de todos los soldados de todas las guerras.” (p 31)

La guerra interior de Miller:
“Con el clic de un disparador, el sargento James Blake Miller, un muchacho campirano de Kentuky, se convirtió en el emblema de la guerra de Irak. La imagen habría de cambiar dos vidas: la mía y la suya.” (p 36)

Una de las diferencias que marcan ambas historias, es el motivo del encuentro entre los fotógrafos y los soldados. Mientras que en El pintor de batallas es Ivo Marcovik quien busca a Faulques para matarlo (claro, después de conocerlo bien, dice el personaje), en La guerra interior de Miller es Luis Sinco quien, por órdenes de los editores del periódico para el que trabaja, busca al marine Marlboro “para darle seguimiento a la historia”. En la novela de Pérez-Reverte, Ivo Markovic desea conocer a quien lo hizo famoso, en el texto de Sinco, es el fotógrafo quien debe de alguna manera proteger a quien se ha convertido en un héroe valiente: “Las mujeres quieren casarse con él. Las madres querían saber si era su hijo.”
De igual manera, en ambas historias existe el desconocimiento por parte de los fotógrafos de los nombres de esos a quienes han fotografiado y lanzado a la fama. Ese es uno de los reproches que Markovic hace a Faulques: “…Usted hizo una foto a un soldado con quien se cruzó un par de segundos. Un soldado del que ignoraba hasta el nombre. Y esa foto dio la vuelta al mundo. Luego olvidó al soldado anónimo e hizo otras fotos. A otros cuyo nombre también ignoraba, imagino.” (p 41) En su narración, Luis Sinco apunta: “Yo ni siquiera sabía su nombre. Impactado por el tiroteo y exhausto, simplemente identifiqué a Miller como “un marine” y apreté “enviar”. (p 38)
En la novela de Pérez-Reverte el soldado es un personaje que, aunque con recuerdos crueles y una vida destrozada por la guerra, se mantiene fuerte en sus convicciones. Es como si el paso de los años y la carga de esos recuerdos le hayan proporcionado fortaleza y frialdad. En cambio, el marine de la historia de Sinco, regresa a casa después de la guerra y sufre de desorden de estrés postraumático. Mientras en El pintor de Batallas Ivo busca a Faulques para matarlo, en La guerra interior de Miller es el fotógrafo quien de pronto se descubre a cargo de Miller, quien poco a poco termina con su vida consumiendo drogas, alcohol y abandonando tratamientos médicos.
De esta manera, los fotógrafos de ambas historias, a pesar de haber obtenido el reconocimiento mundial por su arte, enfrentan la terrible responsabilidad de cargar con el pasado, un pasado que retorna a ellos en el rostro de soldados que llevaron a la fama con su cámara, rostros de la guerra, héroes que, dígamoslo así, tuvieron la suerte de ser conocidos por el resto de la humanidad y se salvaron del anonimato. Se debe mencionar sin embargo una diferencia entre ambos soldados: Mientras que Miller obtuvo el reconocimiento nacional y el apoyo incluso del gobierno de los Estados Unidos, mismo de derrochó y desaprovechó debido a su enfermedad; Ivo Markovic fue un soldado que fue sólo famoso en el momento en que se publicó su fotografía. Después de eso ni el mismo Faulques lo reconoció.
El punto de unión de ambas historias es la guerra, su crueldad, sus escenas terribles con cuerpos destrozados y sangre derramada en los campos de batalla; y encontramos también la historia de miles de hombres que son envíados a esos campos a combatir guerras inexplicables para, después, si tienen suerte, regresar a casa cargando el recuerdo de amigos y compañeros muertos, rostros ensangrentados que serán compañeros de pesadillas y transtornos mentales. Para estos hombres, como para los fotógrafos y corresponsales de guerra, la vida ya no será nunca igual. Su vida se quedó, sin ellos pedirlo, en alguno de esos enormes campos de batalla.




Arturo Pérez-Reverte, El pintor de batallas, editorial Alfaguara, México, D.F., 2006, pp 301.
Proceso, Semanario de información y análisis No. 1621, La guerra interna de Miller, Luis Sinco, México, D.F., número correspondiente al 25 de noviembre del 2007