jueves, abril 30, 2009

Madredeus, Monterrey y Lefod

Para el chaparro y los 7 años compartidos

Muchas veces, cuando uno se asoma por la memoria y descubre que esos recuerdos que se pensaban sepultados en el tiempo se encuentran aún ahí, uno sólo cierra los ojos, contiene la respiración y por la cabeza suceden de nuevo esos momentos que lo llenaron a uno de plenitud, es como en esas películas en las que cada escena, cada aroma, cada movimiento representa un elemento crucial que, al final, se complementa perfectamente con la melodía que en ese momento se escucha y que es, además de los aromas, el único eslabón que nos permite regresar a ese instante.
Comparto con ustedes O Pastor de Madredeus, una canción que marcó significativamente un momento de mi vida en Monterrey, cuando aún tenía mi familia completa, el café Lefod en el Barrio Antiguo y Porthos (Samuel) y Aramis (Pablo) eran unos bebés que comenzaban el arduo camino de ser mis compañeros de batalla.
Escucho esta canción y me hace pensar en todo aquello que dejamos detrás, todo aquello a lo que añoramos regresar y que nos atormenta porque, sabemos y estamos conscientes, de que eso jamás sucederá, sólo de esa manera, cerrando los ojos y repasando en la memoria cada uno de los movimientos, espacios, aromas y rostros. No sé si la memoria sea una bendición o una maldición, lo único que sé ahorita, al escuchar de nuevo esta canción, es que de nuevo toman vida en mi cabeza Lefod y sus veladoras, Juan Pablo en la cocina preparando pedidos para nuestros clientes, mis hijos en la habitación de junto observando a sus padres trabajar y yo, a la entrada de esa cocina de la calle de Matamoros y Diego de Montemayor, observando cómo pasaba la vida.

miércoles, abril 15, 2009

10/10

Al pie de la cama
la súplica ensordece.
En vano gritar cuando la manzana
a punto de reventar se encuentra.
Entonces de nada sirve
arañar cada ángulo de una habitación
que empequeñece.

Lentamente aire soy,
voluta de humo
que sale disparada.

Todo es irreal
todo es ir
real
todo es ir
todo es real
todo
real
hasta este momento
en que el tiempo se agolpa
en la garganta
mientras los perros aguardan
mi tibio cadáver.

Todo es ir
gota a gota
por esta habitación
que empequeñece,

todo es irreal
todo – es –
en un cuerpo
que sobre mi cuerpo
ofrenda a la Muerte

todo es irreal
todo es ir
real, súplica, muerte, asfixia
y
madrugada y tiempo y grito
mudo
que lentamente
avanza
hacia ese límite,
piel delicada
de una cebolla
que en lágrima transforma la mirada
y la unta
en cada rincón
de esta habitación
que empequeñece.