sábado, diciembre 29, 2012

Del amor al materialismo: en la orilla del desencanto



Dice Cristina Rivera Garza que el amor sólo se experimenta, después en la reflexión que sucede a la descompostura interna que sólo atenúa, a veces, el lenguaje amoroso que, según algunos, no fue creado sino hasta el siglo XII o XIII A.C.

El amor… El Dios creador creó al mundo de la nada por amor, afirma María Zambrano, y uno de los mandamientos dictados por Jesús es precisamente amaos los unos a los otros. Por amor, Shakespeare llevó a la muerte a Romeo y Julieta; y Ortega y Gasset comentó en alguna ocasión que el amor es un eterno insatisfecho.

Si fuimos creados por amor y por amor permanecemos, ¿por qué el hombre, formado a partir del amor, ha declarado muerto a su Creador? No es de mi interés hablar aquí del amor de pareja, no; más bien observo en que estatus se encuentra el concepto del amor en estos momentos en los que la historia del hombre vive momentos tan importantes, cambios y transformaciones que suceden en el límite de la angustia, el dolor y el materialismo, el amor parece ubicarse tan distante y ajeno al hombre.

El amor es el agente de destrucción más poderoso, comenta María Zambrano, y lo es porque todo el que lleva en sí una brizna de amor descubre algún día el vacío de las cosas. Tanta fue la libertad y el amor que se le dio al hombre que, ahora, se descubre hueco, vacío y aislado completamente del resto. La libertad es uno de los conceptos que se encuentra ligado al amor, y lo es porque sin libertad no se entendería por completo su significado.

San Agustín distinguía dos clases de amor: el amor dirigido a Dios (caritas) y el amor dirigido a las criaturas (cupiditas). El amor en tiempos de San Agustín observaba que de todos los bienes creados se exigía una referencia a Dios. “El amor a Dios es un don de Dios”. El amor va más allá del temor y se niega al interés. Asimismo, San Agustín señala que proclamar un mandamiento que hablara del amor a sí mismo era innecesario pues quien ama a Dios se ama a sí mismo. De esta manera, según San Agustín, el amor tiene cuatro dimensiones: Dios, uno mismo, el otro y la naturaleza, todos vistos como una unidad.

El origen de toda actividad humana hay que buscarla siempre en la voluntad o el amor, en este sentido, San Agustín habla de un amor preontológico, inconsciente: un amor que abarca la caridad y la concupiscencia, al bien y al mal. Ese amor nada tiene que ver con la moral sino que pertenece al campo de la metafísica del hombre. El amor también es orden y dentro de este orden se debe concebir la paz como la tranquilidad del hombre.

Antes de San Agustín, Sócrates llegó a la conclusión de que el amor siempre se dirige a lo que es bueno y de que la bondad es el único objeto del amor. Toda actividad humana está motivada por amor. Partiendo de esta premisa, ¿se puede afirmar, entonces, que el hombre mató a Dios por amor? ¿En qué momento el hombre dejó de creer y, por ende, de amar a su Creador? Es evidente que, a partir de este asesinato divino, se perdieron o eliminaron las cuatro dimensiones planteadas por San Agustín ya que, por lógica, si no se ama a Dios no puede existir el amor hacia uno mismo, ni hacia el prójimo ni a la naturaleza:

“Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?”
Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125

Al eliminar a Dios y las cuatro dimensiones que giraban en torno al amor que debía sentir por el Creador, el hombre rechaza todos los valores absolutos y hace uso de esa libertad de conciencia –como le llama María Zambrano -, una  libertad ha ido adquiriendo un signo negativo pues le ha llevado, incluso, a transformar el concepto de humanismo: “De nuevo el hombre se ha encadenado a la necesidad, más ahora por decisión propia y en nombre de la libertad. Ha renunciado al amor en provecho del ejercicio de una función orgánica: ha cambiado sus pasiones por complejos. Porque no quiere aceptar la herencia divina creyendo librarse por ello del sufrimiento, de la pasión que todo lo divino sufre entre nosotros y en nosotros.” (1)

Y después de asesinar a Dios y de renunciar al amor que de Él emana, el hombre goza de esa libertad que en realidad es una habitación que aparenta tener puertas y ventanas abiertas para emprender vuelos y disfrutar de la ausencia de las cadenas que condenaban y vigilaban su forma de proceder, sus movimientos y su forma de expresar. Lejos se encontraba el hombre de aquél ser divino que le vigilaba y le castigaba hechos y palabras que le molestaban; en ese momento, libre al fin, el hombre era el hombre per se. Nada sucedería pues el hombre estaba consciente de su orfandad.

A partir de esta libertad es que inicia el desmembramiento del hombre (específicamente a partir de la Revolución Industrial) y Marx avisaba entonces que se llevaría a cabo una división del trabajo, la mecanización, la explotación y el comercio. La era de la técnica y la industria se desarrolla y surge, de manera paralela, una era de codicia y espíritu mercantil sustentada en el capital y en el proletario cada vez más depauperado. Todo el discurso de amor al prójimo, amor a sí mismo y amor a Dios es reemplazado por el individualismo. El individuo, como tal, permanece desde entonces en competencia con el resto: un humanismo liberal en el que prevalecía el egoísmo, el interés y el capricho al margen de la comunidad.

Aquellas cuatro dimensiones del amor dictadas por San Agustín son sustituidas por la división del trabajo, la mecanización, la explotación y el comercio. El materialismo había nacido.  ®




 (1)   María Zambrano. “Dos fragmentos sobre el amor”. Club Internacional del Libro. Universidad de Alcalá. Madrid, España. 1988.

jueves, diciembre 27, 2012

Close Up


Un helicóptero rasguña
                             súbitamente el cielo

más abajo

los pájaros pasean a la luz
qué trémula se derrama entre sus picos y alas
cantan
                    mientras más abajo

una mujer barre la bugambilia
los hombres acomodan sus corbatas
y corren presurosos debajo del Sol

Intentan
              sólo intentan
                       mientras más abajo

entre flores secas,
aceite y colillas de cigarro
una hormiga corre con el mundo a cuestas.


DR: Poema de "Cuarto Menguante". La Regia Cartonera. Monterrey, Nuevo León. México.