domingo, julio 26, 2015

Ojos de rata

El semáforo se puso en rojo. Ella, de leggins azules y blusa entallada, se acerca al microbús para lanzar agua y lavarle el parabrisas. A lo lejos, él la observa; callado, aguzando sus ojillos de rata sin perder detalle.
En una ciudad tan grande como ésta, las pasiones se dan el gusto de salir a la hora que se les hincha la gana, y las ganas de ese hombre de ojos de rata habían sido convocadas en ese momento.
Por la cabeza del hombre comienzan a correr un sin fin de imágenes... Una tras otra, sin tregua... El tiempo que dura en rojo un semáforo es demasiado corto, justo para cogerse mentalmente a una drogadicta y darle rienda suelta a las pasiones más oscuras de un hombre de ojos de rata.
Él recorre esas nalgas con la mirada, sus pupilas llevan a su estúpido cerebro la imagen de su boca besando esa carne que, no por dejarse llevar por el vicio, se le antoja. ¡Oh, que vasta puede llegar a ser la imaginación cuando de proveer imágenes de cogedera se trata!
El hombre con ojos de ratón ha logrado, incluso, fantasear con el olor que pudieran tener esos dos trozos de carne bien torneada, que ahora se sientan sobre el cofre de un Tsuru para limpiar el parabrisas. Entonces el hombre da una segunda, tercera mordida y mete su lengua en el ano de la viciosa.
Ella, agradecida, gime de placer mientras absorbe el olor de su mona; luego le da un beso largo, largo como el minuto y medio que duró ese semáforo, que ahora cambia a verde y obliga al hombre de ojos de rata a alejar su lengua del ano de la drogadicta, meter primera y avanzar.

Más tarde vengo, se dice, igual por unos cuantos pinches pesos la convenzo y me la llevo al motel.


® Todos los derechos reservados. 


domingo, junio 14, 2015

En Radio Fórmula Monterrey




Todos los lunes, miércoles y viernes escucha mis recomendaciones editoriales y comentarios culturales en "Enlázate Radio", de Zenón Escamilla, Grupo Radio Fórmula Monterrey, a partir de las 09:00 de la mañana.

Cuarto Menguante (Poesía. Versión completa). Muy pronto.


Cavilaciones en torno a la Muerte

Cuando la muerte llega arrebatándonos a nuestros seres queridos, amigos o personas que conocimos y con quienes mantuvimos una amistad por muchos años, sentimos (a la par del dolor que nos deja la pérdida) como si algo o alguien nos estrujara porque – sabemos – que lo único seguro que se nos entrega al momento de nacer es, precisamente, la certeza de que también vamos a morir. La muerte de nuestros amigos o familiares nos obligan a recordar que todos, absolutamente todos, estamos de paso en esta vida y que la fila (nos guste o no) avanza.
¿Qué somos realmente? ¿Quiénes somos en realidad? ¿Es, acaso, la muerte la última palabra para nosotros? ¿Qué hay después de que la muerte nos llega? Se puede llegar a pensar que con estas preguntas caemos en el lugar común y que son tan sólo algunas del montón de cuestionamientos que el Hombre se ha hecho durante siglos; son un misterio sin respuesta aún. Cuando alguien cercano muere, lo primero que me pregunto es de qué sirvió que se esmerara tanto, que se preocupara en ciertas situaciones; que luchara por sus objetivos y que trabajara por ellos. De qué sirvió que sufriera y que supiera de qué manera seguir adelante… Para qué sirvió tanto esfuerzo. Y en este marasmo de preguntas sin respuesta surge una – o más bien, resurge – que me de mi cabeza no sale desde hace mucho tiempo: ¿Es realmente muerte la Muerte?
¿Qué es el sueño si no ensayo de la muerte? ¿No será acaso que el sueño es el corredor secreto por el cual regresamos al origen? ¿Por qué dormir para morir… por qué caer en el sueño eterno; por qué no sólo desaparecer o detener la marcha o el funcionamiento del cuerpo (como las máquinas)? ¿Por qué precisamente dormir?
Sor Juana Inés de la Cruz, en su poema El Sueño, describe a Morfeo como imagen poderosa de la muerte; al sueño como una muerte temporal y, al cuerpo que duerme, como cadáver con alma:
El alma, pues, suspensa
Del exterior gobierno –en que ocupada
En material empleo,
o bien o mal da el día por gastado -,
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el del reloj humano
vital volante que, si no con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento. (pp. 187)*

Cuando cerramos los ojos al dormir experimentamos una contradicción pues, como bien afirma Sor Juana, vivimos pero morimos pero vivimos; una contradicción que nos conduce y nos prepara para la muerte en serio. Y en este prepararnos para nuestra muerte experimentamos, también, el desprendimiento de la materia (“cadáver con alma”). Es el sueño, entonces, un momento afortunado en el que logramos romper por un momento la cadena corporal a la que estamos condenados mientras vivimos. Es el cuerpo, la materia, prisión que no permite alcanzar la verdadera libertad del espíritu que le habita, esa libertad que sostiene – a su vez – el diálogo abierto con el alto Ser (le llama Sor Juana).

Sueño, muerte; espíritu, cuerpo… Altos vuelos que siguen alimentando el infierno de la duda, que no responden ni terminan con el misterio de la Muerte. ¿Será acaso que en realidad estamos muertos y que gozamos de ciertos momentos de lucidez cuando nos entregamos al sueño? ¿Es acaso la vida un concepto erróneo que nos han educado a ver como lo correcto cuando, en realidad, es ésta el infierno o purgatorio que debemos “vivir” para, terminado nuestro proceso, cruzar a la otra orilla, a la de la muerte que no es muerte sino vida, la verdadera realidad? Y es que cuando decimos vida, de alguna manera nombramos también al dolor, a la angustia, a la incertidumbre, a los límites y sufrimientos; a las carencias y a la miseria del ser humano. Cuando hablamos de la vida la situación se complica y hasta la memoria parece que busca aplastarnos; es como si la vida fuera la muerte y viceversa. ¿Y si realmente la vida no es lo que nos han hecho creer, lo que nos han contado?
Calderón de la Barca en La vida es sueño habla, precisamente, de dos existencias, una real y otra figurada. Tanto en La vida es sueño como El gran teatro del mundo, Calderón de la Barca afirma que la vida es representación escénica que terminará en el “despertar” de la muerte… Despertar de la muerte. Esta vida es simple y llana representación. Acto tras acto se enumera la historia con su repetición de momentos, de sucesos, de acontecimientos en los que tan sólo cambian los personajes, la escenografía y los espacios. Epícteto y Séneca también afirmaban eso: la vida es tan sólo representación escénica.
Todos aparentamos vida. Todos somos actores de la misma puesta en escena… Todos pensamos que esta vida es realidad cuando la realidad se ubica detrás de los párpados, cuando dormimos… cuando morimos. Buscar la respuesta a quiénes somos puede ser ya demasiado ocioso e, incluso, puede orillarnos a la estupidez de la repetición; en todo caso, lo más recomendable sería preguntarnos en dónde nos encontramos en realidad; a partir de dónde, de qué espacio –en qué lugar- nuestra materia teje y desteje nuestras acciones y nuestro proceder en este plano. El quiénes somos o qué somos se ha visto rebasado por esa otra interrogante: Desde dónde nuestra materia conduce nuestros movimientos en este plano.
Filósofos, escritores, dramaturgos… pensadores y científicos coinciden en que esta realidad es tan sólo una de las múltiples realidades que puede el Ser experimentar y que, el Sueño es un portal que conduce a esas otras realidades alternas en las que el Ser se desarrolla cada que cierra los párpados para dormir; sin embargo, cómo es que el espíritu tiene conciencia de sí y regresa a la materia de esta realidad, de este plano, de esta vida. El mismo Einstein habla de realidades paralelas, ¿será acaso que, al morir, al despertar de ese otro lado, lo hagamos en una de esas realidades y se cumpla el que la materia se transforme y no se destruya? Realmente, al cerrar los ojos para entregarnos al sueño sucede eso exactamente: se desarrolla el sueño y, en ese sueño, la realidad es completamente real y lo es hasta el momento en que despertamos de este otro lado.

Bibliografía
Sor Juana Inés de la Cruz. Obras Completas. Editorial Porrúa, S.A. Colección Sepan Cuantos Número 100. México, D.F. 1992



martes, febrero 10, 2015

21/01/85

Fragmento
{…}
En mi palma izquierda las tardes se ocultan.
Es mi pecho cristal a punto de reventar;
en mis ojos anida el tiempo
sin esperanza de dar vida,
un espantapájaros más
en la línea perfecta del horizonte.
¿Qué es el horizonte
si no el momento en que Dios Padre
señala tranquilo el paso de los días?
Dios Padre
Dios Hijo
Dios Espíritu Santo
y mi blasfemia por sus cuatro costados.
Yo y esta boca mía
con sus palabras tan llenas de desierto;
Yo y este cruzarme el cuerpo
hasta descubrirme duna,
Yo, duna, Dios… desierto,
Yo y los días que corren y corren
y Yo detrás de ellos sin alcanzarlos;
Yo y el espacio vacío
lleno de puntos suspensivos,
Yo y el grito de mi madre
que se pierde cerca de un río,
Yo y el grito de mi madre
que me lanza al abandono
y me crucifica en su olvido,
Yo en busca de algo, algo, algo,
y el cuerpo de la locura y su peso,
y mi Yo niño arriba de un árbol
y encima de un perro,
y a los cinco años en un vagón de metro
y a los ocho con la figura de un padre inesperado,
indeseado, inacabado, in side
cuando deseaba que fuera out side,
Yo aferrado a esa línea perfecta del horizonte
que se esfuma
con el paso de las horas,
Yo, Yo, Yo
¿Yo?
No existe Yo cuando la letanía
rompe el corazón
y los trozos se clavan en la piel de los santos.
¡Nada de mártires en este poema,
lo suplico!
¡Nada de corazones ni de rezos
ni de letanías ni de santos!
De nada sirven los rezos
cuando uno se encuentra a punto
de la locura,
de nada sirve el crucifijo
ni el Padre Nuestro ni el Ave María,
de nada sirve reclamar a mi madre
su abandono
ni a mi padre su escarnio,
de nada el aire que infla mis pulmones
de nada el sol que entra por la ventana
de nada la vida de mis hijos
y la vida que continúa allá afuera,
de nada… nada…
la Nada, hermana bendita de la maldita locura,
en ellas mi vida se parte
y a ellas mi vida se consagra.
¿Qué es esto
que en dos la cabeza me parte?
Ha llegado la hora de abordar
la Neus des Fous,
la quietud de su río me llama.
® De Cuarto Menguante. Noctis Ediciones. México, D.F. 2015

Próximo lanzamiento y presentación.

lunes, febrero 09, 2015

30

Sonia Silva-Rosas 

Duerme en la cama
el cadáver de este día
y del anterior
y el anterior del anterior
y el anterior de todos aquellos
que suman treinta.

Treinta los fragmentos de esta piel
que como víbora cambia,
víbora de cascabel
con el sol en la punta de la cola,
entre las sábanas
en la cama
y en el sexo que revienta,

porque junto con el cadáver de los treinta
el deseo muta
y debajo de un mutis se oculta
y expone sus ganas
al sol de cada mañana.

® De Cuarto Menguante. Noctis Ediciones. México, D.F. 2015
Próximo lanzamiento y presentación.

sábado, febrero 07, 2015

Hozier - Take Me To Church





Ésta, qué rola. Perfectos no somos y a qué jodidos venimos a este Mundo si no a conocer de cerca los pecados y, después, si se nos da la puta gana, deleitarnos en ellos... o de ellos alejarnos. Para esta Maga Oscura no existen los pecados, esos representan, tan sólo, el grado de imbecilidad en el cual puede caer el Hombre al querer controlar al Hombre... ¿Y, entonces, Dios? ¿Por qué Él crearía la idea del pecado a sabiendas de que su principal creación, el Hombre, en él caería, en él se perdería, con él le fallaría? A partir de Adán y Eva nosotros, su descendencia, nacemos y crecemos enfermos. ¿Es acaso el pecado una enfermedad? Si es así, este Mundo está podrido y no tiene cura. Amén, amén, amén...