jueves, abril 13, 2023

Letras Impostoras / Autor: Camilo Ayala

 


El Código Penal Federal estipula, en el título Vigesimosexto, artículo 427 estipula que se impondrá de seis meses a seis años de prisión, y de trescientos a tres mil días de multa a quien publique, a sabiendas, una obra sustituyendo el nombre del autor por otro nombre. Asimismo, el artículo 427 señala que las sanciones pecuniarias previstas en el presente título se aplicarán sin perjuicio de la reparación del daño, cuyo monto podrá ser menor al cuarenta por ciento del precio de venta al público de cada producto o de la prestación de servicios que impliquen violación a alguno o algunos de los derechos tutelados por la Ley Federal del Derecho de Autor. Los delitos previstos en este Título (afirma el artículo 29) se perseguirán de oficio, excepto lo previsto en los artículos 424, fracción II y 427.

A ese copiar y pegar, a ese tomar tan sólo un párrafo e incluirlo en mi escrito, cerrando los ojitos o viendo para otro lado, fingiendo no saber qué es lo que estoy haciendo, se le llama plagio.

Plagiar, copiar una idea o una obra literaria, artística, científica de otro autor, presentándola como si fuera propia.

Seríamos omisos, incluso cómplices, al no admitir, al no señalar que el plagio se comete en nuestro país desde hace ya un buen rato. Nuestro sistema educativo, también desde hace mucho tiempo, se hace de la vista gorda para no admitir o señalar el plagio como debe ser e, incluso aplicar la sanción correspondiente. Sea por flojera, por falta de tiempo, por tedio o “como para qué voy a leer tanto trabajo, si los alumnos nomás no quieren aprender, y ya sé, es casi seguro, que todos copiaron y pegaron”, pero los docentes, la gran mayoría, no se detienen ni se dan el tiempo para leer ni para retroalimentar los trabajos de los alumnos.

Aunque uno no quisiera señalar al sistema educativo nacional, aunque uno no quiera aceptar la lamentable situación en la que se encuentra la mayoría de los estudiantes de México, de todos los niveles, sí, de todos (ahí tenemos ya a una Ministra que es claro ejemplo de que el plagio no respeta edad o grado escolar), aunque uno no quiera hablar de este tema tan de moda y tan escabroso, lo cierto es que, el COVID, ese bicho tan maldito y tan condenado, no sólo nos trajo la pérdida y la enfermedad, también nos embarró en la cara el atraso considerable, preocupante, que se tiene no sólo en estrategias de salud, también en cuestiones que atañen a la educación e, incluso, a la infraestructura digital negada o proporcionada a medias para la gran mayoría de los mexicanos.

La costumbre se hizo ley: durante el confinamiento, durante la educación en línea, la educación a distancia, nuestros alumnos tuvieron demasiada libertad. No tomaron en cuenta que atravesaban por una de las pruebas más rudas, el avanzar fortaleciendo su capacidad cognitiva, su razonamiento, su sentido crítico, partiendo de la lectura, del análisis y la redacción; sin embargo, decidieron por el camino fácil, copiar y pegar. ¿Qué estrategia implementar, qué argumento logrará convencer a los alumnos y a algunos políticos de que el copia y pega no es opción?

Desde mi punto de vista, es necesaria y urgente la mano dura, la aplicación de la sanción. Como docentes, comprometernos a leer y retroalimentar los trabajos académicos de nuestros alumnos; motivarlos a no caer en la tentación del parafraseo ni del plagio, sino más bien alentarles a que le pierdan el miedo a redactar y expresarse.

Letras impostoras. Reflexiones sobre el plagio, del Mtro. Camilo Ayala, representa la sal en la herida; hablar de un tema que se acerca a lo innombrable, señalar el secreto a voces, porque el plagio existe y es el pan nuestro de cada día; el plagio existe y no se ve que vaya a detener su aplicación ni su marcha.