Como es arriba, es abajo. Si partimos de esta premisa podemos entender que el
Universo y el Ser se encuentran íntimamente conectados. Tal vez hemos tenido
frente a nosotros, todo este tiempo, esas respuestas que hemos estado buscando
y que, sin embargo, ya sea por suma arrogancia o increíble inseguridad, no
hemos terminado de aceptar como efectivas.
Sería una terrible omisión intentar siquiera pensar que
el Ser carece de semejanza con el Universo, y redundante sería abordar este
tema a partir del microcosmos y del macrocosmos. Ya lo decía Pitágoras, quien
construyó una teoría de armonía universal entre las matemáticas, la música y
los astros, cada uno una expresión a diferente nivel de un mismo código
universal: el mundo es una sinfonía entre el Gran Hombre (el Universo) y el
Pequeño Hombre (el Ser Humano).
Jay Alfred afirma que el universo es una especie de
inmenso cerebro que trasmite información entre cada una de sus partes y el
cerebro humano es un reflejo de este cerebro cósmico al cual se conecta en
perpetua retroalimentación.
“Las galaxias visibles en el universo no están aisladas
ni desconectadas, sino que están entretejidas por una estructura o red de
filamentos que es la materia oscura que sirve como andamiaje del universo. Esta
estructura en forma de red es una característica tanto de la materia oscura
como del plasma magnético. La apariencia de esta red tiene un asombroso
parecido con una disección del cerebro”, afirma.
Asimismo, Jay Alfred añade que no sólo es la morfología
de la estructura del universo a grandes escalas la que es similar al cerebro
humano, sino también la fisiología (las funciones). Estos filamentos
transportan corrientes de partículas cargadas (iones) a lo largo de grandes
distancias que generan campos magnéticos, al igual que una fibra nerviosa, y forman
circuitos, al igual que los circuitos neuronales en el cerebro.
“El alto grado de conectividad es lo que distingue al
cerebro de una computadora ordinaria. La conectividad también es notable en la
red cósmica. Las galaxias se forman cuando estos filamentos se cruzan entre sí.
Un cúmulo (nexus) de filamentos
provee la conectividad para transferir no sólo energía sino información de un
núcleo galáctico a otro”, explica Jay Alfred y añade que, si en realidad
estamos conectados al cerebro de la Tierra, que está conectado al cerebro del
universo, esto significa que compartimos un cerebro universal que puede tener
contacto con el cerebro de otros planetas (o sistemas estelares) que generan
sus propias memorias. Las formas de vida inteligente pueden mandar información
(con o sin intención) vía el cerebro universal directamente a nuestro cerebro.
Si ponemos atención en cada una de estas observaciones,
nos daremos cuenta de que –por tanto- cada uno de los procesos que se producen
en el Universo se presentan, de igual manera, en el cerebro del Ser Humano. El
cerebro es un espejo del Universo. Ambos, desde su perspectiva de macro y
microestructura, están diseñados para procesar información. De esta manera,
cada una de las estrellas del universo se representa en nuestro cerebro a
manera de neuronas, y cada uno de nuestros cerebros pueden ser todas las
galaxias que componen al universo, todas ellas conectadas entre sí, de ahí que
se afirme que, en realidad, todos somos uno y, ese uno, conectado de una forma
u otra con el universo. (Espera la siguiente entrega).
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