Plagio. Con tan sólo escuchar el término sabemos que se habla de alguien
que se aprovecha y abusa de la confianza de otro. Habrá a quien el término plagio no le agrade y opte por
afirmar que lo que hace es una reescritura en el planteamiento de las ideas ya
expresadas anteriormente por alguien más; y habrá quien, incluso, comente que
lo que hace es una apropiación del texto con un toque de ideas y opiniones
personales.
Para Hegel el plagio no es competencia de la crítica literaria ni de la
justicia, es más bien una cuestión de “buenos modales” y yo agregaría que es
una cuestión de honor, de lealtad hacia la palabra y hacia quienes fomentan el
hábito de la lectura. En el acto del plagio entran también cuestiones como la
autenticidad, la originalidad y la autoría y, a partir de ello, la gran
importancia de los derechos de autor que, hoy por hoy, se ven cuestionados por
el simple hecho de que algunos escritores de renombre a nivel mundial se pueden
tomar la gran libertad de plagiar textos de diversos autores sin que se les
diga algo y, muy al contrario, se les premia y se les lleva reconocimiento
hasta las puertas de su hogar (tal es el caso Echenique).
Las cuestiones del plagio no se reducen única y exclusivamente a cuestiones
literarias. El plagio, como tal, es una cuestión de principios que bien valdría
la pena vigilar desde la época estudiantil de quien se atreve a copiar textos y
firmarlos como propios. Y es que el avance de la tecnología y esa facilidad que
pone al alcance de nuestras manos la información requerida, tienta “los buenos
modales” de quienes preparan escritos o quienes se dedican a escribir de manera
profesional.
Alumnos que cursan desde la educación secundaria hasta la universidad ven
en el “copy page” el bote salvavidas que les “ayudará” a salir del apuro y
cumplir con tareas e investigaciones en tiempo y forma; sin embargo, este tipo
de estudiantes no se percata de que esa forma de actuar sólo les lleva a
fomentar el plagio y, tristemente, difundirlo.
¿Qué tipo de principios tienen quienes plagian un texto? ¿Tienen
principios? ¿Conocen la lealtad, la confianza, la verdad? No lo creo. Quienes
plagian un texto se burlan de quienes han depositado su confianza en ellos y,
de igual manera, demuestran su minúscula inteligencia y nula cultura, su
desvergüenza.
Habrá quienes defiendan al plagiario argumentando que dicho acto existe
desde tiempos de Heráclito; y que en la antigüedad no se otorgaba reconocimiento
a la originalidad y, en consecuencia, hallamos acusaciones de plagio entre los
escritores griegos: Aristófanes de haber copiado a Eurípides, Demóstenes a
Iseo, etc; incluso Séneca aconsejaba la re-escritura como método ideal de
trabajo y formación del futuro hombre de letras.
La revalorización de la figura histórica del autor se produce en los
últimos siglos de la Edad Media. Según investigaciones al respecto, el método
de la crítica textual propuesto por Santo Tomás, a través del cotejo de fuentes
y variantes, la reconstrucción hipotética del contexto y por lo tanto de las
circunstancias materiales de históricas de la producción textual. El término
actual de plagio aparece hasta el siglo XVI y, para entonces, se consolida el
término de autor y cierta autonomía ante la tradición textual. Es con el
nacimiento de la imprenta que se acelera el proceso de la cultura escrita. Los
textos impresos impulsarán y difundirán ideologías; asimismo, transformarán las
prácticas de lectura y de escritura.
Con la revalorización del autor nace también la libertad que algunos
escritores (ya con cierto reconocimiento) se toman para autorizar ciertas
lecturas y establecer, con ello, una especie de contrato de lectura que se basa
en las determinaciones políticas, económicas, ideológicas o tecnológicas de los
lectores. En este sentido, los autores pueden infringir dicho contrato a la
hora que les plazca utilizando el plagio.
Kevin Perromat Augustín afirma que el plagio es una categoría
interpretativa que recorre diacrónicamente la mayor parte de las historias y
territorios literarios, al menos desde que se firman o se conservan los nombres
de los autores.
¿Hasta qué punto es válido retomar ideas ya expuestas y reescribirlas,
replantearlas, redirigirlas? Desde mi punto de vista, el plagio es una acción
deshonesta, abusiva y ventajosa. Se juega con la confianza que el lector
deposita en el autor. Lamentablemente, el plagio ha alcanzado ya las aulas de
escuelas secundarias, preparatorias, universidades e, incluso, talleres de
capacitación para personal que ocupa puestos claves en diversas instituciones y
empresas.
El gran avance de la tecnología posee doble filo: por un lado nos ayuda en
los procesos de investigación y ayuda mucho a tener la información al alcance;
por otro lado, esa facilidad con la que se encuentra la información en la
Internet fomenta la pereza por investigar en la comunidad estudiantil que, con
un práctico y rápido copy page, pueden
entregar la tarea solicitada por el maestro sin siquiera despeinarse.
En este tipo de acciones que parecen tan sencillas –como el hecho de copiar
y pegar un texto que no es propio en una hoja de papel- se confirma que la
falta de honestidad se gesta desde temprana edad. El plagio es cuestión de
principios, de honestidad aprendida en la infancia. Tan fácil y tan a la mano
el hurtar las ideas de otro y reescribirlas o, ya de plano, tomar fragmentos
completos y firmarlos como propios con la creencia de que nadie se percatara
del hurto literario.
En México, en los últimos meses se han presentado dos casos de plagio
bastante sonados: los casos de Sealtiel Alatriste y el caso Bryce Echenique.
Sealtiel perdió su trabajo en la UNAM; en cambio, a Echenique, le llevaron el
premio de la FIL de Guadalajara hasta las puertas de su casa. Son muchos los
escritores peruanos que acusan a Bryce de haber plagiado sus textos, incluso
existen las pruebas y los reclamos públicos, sin embargo esto parece no
preocuparle a Bryce quien, con descaro, afirma que no se debe cuestionar la
decisión de un jurado, un jurado que no tomó en cuenta las pruebas y quejas de
plagio en contra de este señor que se llama y pretende hacerse pasar por
escritor.
Un plagiario comienza desde pequeño su labor de hurtar ideas y/o textos.
Considero que sólo el tiempo descubrirá la desvergüenza de los plagiarios, el tiempo
y la cordura de intelectuales y escritores que cumplan la función de jurado al
momento de otorgar un premio.
Confiemos en que el tiempo ponga a estos ladrones de ideas y textos en su justa
dimensión. Tengamos Fe en que en el futuro ya no se premie a quienes se dedican
al plagio, apestosa forma de buscarse fama.
2 comentarios:
Muy interesante- Yo no tomaba como plagio copiar textos en la escuela porque hasta los maestros te alientan a hacer eso en ocasiones, pero es cierto de ahi empieza el plagio.
Por otro lado, platicando con un poeta toluqueño, me comentaba que publicó un libro de poemas y de los 50, tres de ellos alguien había escrito ideas muy parecidas, pero él asegura haber tenido una idea, sin intento de plagio. Se volvió a hacer la edición del libro ya sin esos poemas. Que cosas.
El plagio, ese tipo de conducta deshonesta y delictual, es cierto, debe ser analizada como un comportamiento patológico y social, además de penal. Muy interesante el análisis, como un llamado de alerta a los altos y crecientes ambientes de corrupción en el mundo académico e intelectual de América Latina. Visite el portal www.plagiosos.org
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