martes, marzo 11, 2008

Canto, letanía (o cómo despedirse del DF sin mentarle la madre)

El largo pasillo a casa,
el patio central del San Carlos,
el despacho de la abuela,
el recibidor del kinder de los niños,
Avenida Chapultepec,
la colonia Roma entera,
Cuauhtémoc, Insurgentes,
Balderas, Etiopía,
Tacubaya y el Zócalo,

el messenger y el ciberespacio,
la banca del parque Luis Cabrera,
la fondita de doña Aurora,
los tacos del jarocho,
el Oxxo, el Seven Eleven
y el puesto de periódicos de Javier,

el andar entre hoteles y hospitales
con el deseo de vender alguna pulidora,
el sol de la tarde
y el frío de la noche,

los brincos de Chato y Nene
por la calle Chihuahua,
los recuerdos de la calle Nápoles,
la plaza Río de Janeiro a las ocho
de la mañana,

este depa testigo de mi regreso
después de siete años,
con dos hijos y una familia rota
como la de Lilo pero sin Stitch,
porque nuestro Stitch
decidió que no había vivido lo suficiente
y se marchó con los alienígenas
a explorar otros espacios,

mis libros, mi estudio
y el patio en Santa Lucía,
los versos que aún esperan,
Paz, Kundera, Unamuno,
Reyes, Bataille,
poetas y filósofos de toda la historia
aquí, conmigo,
a oscuras, en silencio,
con los cigarros a punto
de terminar y el café en la estufa,

mi cabeza en medio del todo
y de la nada al mismo tiempo,
mi cabeza, mi vida, mi destino
que pende de un hilo
justo a los treinta y seis,
el temor que circunda los cuarenta,
la impotencia del desempleo,
la sorpresa de haber visto
y presentido la muerte
en pleno Octubre,

Chato escribiendo sus primeras palabras,
Nene cantando y con el sueño
de ser líder de una banda de rock
cuando sea grande,
de nuevo yo en medio de las calles
del DF persiguiendo el pan nuestro,
con el sudor confundido con las lágrimas,
con el coraje de ser y no ser
al mismo tiempo,

el teléfono de la esquina,
la voz de mi padre
que me infunde ánimos para seguir,
la voz de mi carnal
preguntando por los niños,
la voz de mi madre
con su enojo reprimido,
la voz de Andrés
en algún punto del mapa,
la voz de Juan Pablo
en medio de la soledad,
una soledad que nos arrastra,
nos azota y nos arranca
las lágrimas de los ojos,

de nuevo yo en la esquina
del depa,
frente a una pantalla
que me observa silente,
de nuevo yo y este pinche
corazón que parto en cachitos
para ya no sentir,
porque ya no quiero sentir,
porque ya no quiero seguir llorando
ni temiendo, ni extrañando,

no quiero nada,
¡ya no quiero nada!
todo ha sido dado
y en respuesta la nada,
en respuesta descubrirme
durante la madrugada
sentada en el rincón izquierdo
de la habitación,
a las tres de la mañana,
a la hora en que mis ojos se abren
para mostrarme una realidad oscura,
tragándome las piernas de los recuerdos,
mordiendo pedacitos de Monterrey
mientras escucho a los Hombres G,

y este silencio,
este maldito silencio
que se hace enjambre en los oídos,
miles de abejas
devorándome por dentro
aunque los Hombres G canten
yo te necesito,
aunque Jarabe de Palo diga
que hay dos días en la vida
y Pavarotti busque sanarme las heridas
con su voz,

¡Malditas las lágrimas
que no me dejan continuar!,
¡malditos los cachitos del corazón
que ahora gritan más fuerte,
todos juntos uno solo!,

una
sola
yo
en
medio
de
la
noche…

y la noche abre sus fauces,
gran puta alcahueta
de pasiones reprimidas,
la noche y los ruidos
del café de allá afuera,
la Avenida Álvaro Obregón
con sus ambulancias
y trasnochadores,
yo, de nuevo,
con el celular en las manos
esperando que suene,
un cigarro,
y otro cigarro,
y otro cigarro
y un café con el cigarro
y pensar y pensar y pensar
y pensar lo mismo, lo mismo, lo mismo,
y otro cigarro y un ¡chingada madre,
estoy harta de lo mismo, lo mismo, lo mismo!
No quiero ser hija de la mediocridad,
no quiero ser prima del conformismo,
y afuera la noche y la amenaza
del día que se acerca para ser lo mismo,
lo mismo, lo mismo,
porque a mis treinta y seis
aún no sé para qué demonios vine,
diez años en el DF
y siempre fue lo mismo, lo mismo, lo mismo,
confirmar cómo las palancas dan empleos,
cómo las mafias benefician a sus integrantes
y condenan a sus enemigos,
diez años en los que aprendí lo que signfica perder
y vivir en un hotel y otro hotel y otro hotel,
y observar cómo los sueños se estrellaban
en la Doctores, sentir cómo los espacios
lentamente se achicaban,
y concluir que, como cantaba Mecano,
aquí en el DF sólo fui aire,
oxígeno, nitrogeno y algo, sin forma definida…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ay, Sonia... pinches los putos que te atoraron, los que te engañaron, los que te bloquearon, los que te ultrajaron... putos (con el perdón de los homo), chivatones, policías culturales, gorilas de la literatura... tú, una mujer tierna y verdadera, amiga siempre, solidaria siempre... te golpearon... y no lo merecías... no te dejes ya engatuzar por esa gentucha que no tienen madre, por esos hijos de su reputa perra madre... ya no te dejes, Sonia... y no llores, esos chimpancés con retraso mental no merecen una gota de lágrimas de tus ojos... sé fuerte, camina con la frente en alto... deja la mugre capital... deja que ellos se pudran en su corruptelas... en su ignominia... vente no a la provincia, ven al pueblo.... con la gente.... sal de esa maldita suciedad, de esa ciudad-monstruo.... vente para acá... acá somos hermanos... allí son xenófobos... mutilados del alma y del corazón... no llores más, Sonia... tú eres fuerte y vas a florecer como la primavera que está ya aquí, a la vuelta de la esquina...

Graciela Amador dijo...

Que mejor forma de despedirse que con un texto asi...me gusto bastante...descripcion exacta...y me hace recordar ciertas cosas..

Un beso!

Proyectos, Trabajos y Galería de fabiancavazos dijo...

estoy de acuerdo!!

vente a Monterrey jajajaja

a veces te pasas de buena y ya ves lo que te encuentras...

ánimo y ya compra tu boleto de avión, autobús, camello, bicicleta, balsa de remos o lo que sea... te esperan en muchos lugares menos del que te despides

Juan de Lobos dijo...

Es increíble esta catarsis, se complementa con lo que enfrentamos de la vida diaria. Maravillosas tus palabras Sonia. Un placer conocerte en tus letras.

Mónica Reveles R. dijo...

Hay Sonia, como me recuerdas a mi, tanto buscarte después de no encontrarme, al fin, Sonia, donde estas ahora?... sal de tu laberinto, dinos en tu voz de mujer franca que aun la poesía vale la pena en este mundo. Tu canto doloso me atrapa y me hace surgir como el fenix, dejame robar un trago de tu amargo canto, y admirarte por vivir cada verso. Terrible Sonia, surge, danos mas de ti donde estes.