viernes, mayo 20, 2005

Sin Título

Llueve.

Ordeno mis restos en medio de la noche,
me reconstruyo:
el dolor al fondo de la pupila
en el pecho la angustia
y en la memoria los muertos bailan y se burlan
de esas historias no contadas
de metáforas que no lograron cubrir las apariencias.

Ruina del día, la noche,
en ella se gesta la luz y se reconstruyen
los amaneceres que se repiten y repiten
y anuncian los perros a las cinco de la mañana,
cómplices de amantes furtivos
y de los abandonados que buscan entre calles
alguna razón para seguir ordenando sus restos.

Llueve.

Cierro los ojos
para que el dolor no hable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comadre de la lluvia, comadre pluvial: Esto que escribes me llega al hueso, a la médula. ¿Sabes tú mi afán lluvioso? ¿Sabes tú lo que mi piso atrapa? Sí, creo que lo sabes. Nunca es tarde en la palabra, siempre es nunca en el olvido....

Está de peluches tu blog. Pero sobre todo, tus poemas.

Ya vendrán tiempos mejores, sólo hay que pedir la amable lluvia.

Sonia Silva-Rosas dijo...

Comadrita Anna... tu comentario llega justo a tiempo, sí, pido la llegada de esa lluvia que nos lave las heridas y nos sane del paso del tiempo, de los problemas y retos que nos pone esta vida... "Nunca es tarde en la palabra" has dicho y a esta premisa me aferro, espero, en verdad, que nunca sea tarde porque, de serlo, entonces querra decir que tanto esfuerzo ha sido en vano.
Gracias por estar ahí, para ti mi cariño.