Todo es un proceso
Todo
El paso a paso que damos
todos los días, todo el día; el abrir los ojos por la mañana, el preparar la
comida, el proceso de la espera; el pensar -porque uno comienza pensando en
algo que termina siendo otra cosa- y el hablar y hablar de un tema -porque
incluso la comunicación es un proceso que muchos rompen y que otros más
ignoran-. Todo, decía yo, es un proceso: intentar dormir en las noches, llegada
la hora, implica un proceso, un tipo de negociación con uno mismo para tratar
de convencerse de que dormir es necesario, y cerrar los ojos y comenzar
-entonces- el proceso de fingir que se duerme para que, al final, se logre el
objetivo, y ahí, en el sueño, cumplir más procesos mientras que el cerebro, activo,
hace trampa y se desvela. Todo, prosigo, es un proceso: pensar, saber hacia
dónde caminar y decidir conforme se avanza. El proceso de decidir algo y cerrar
los ojos esperando los resultados. Estar aquí, frente a la computadora,
elaborando el proceso de estas palabras. Todo, absolutamente todo, es un
proceso, el amanecer que da paso a la tarde y luego a la noche, la madrugada...
y de nuevo el día y el sol lechoso en la ventana de quien (en su proceso) abre
los ojos y encuentra la luz detrás de las cortinas. Todo es un proceso que,
paso a paso, nos conduce a nuestra mortaja y, después de mortaja, iniciar el
proceso de la carne a la ceniza y de la ceniza al viento, que también cumple un
proceso.
© Libro de próxima
edición
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