La Poesía
es libertad sin responsabilidad, afirma Eduardo Nicol, y en una primera entrega
en torno a este tema, el maestro Nicol también agregaba que, por ser gratuita
–es decir, superiormente libre- la poesía es innecesaria. El hombre vivió y
puede vivir sin poesía, explica Nicol.
La Poesía
es un producto absolutamente inútil, coincide Eugenio Montale con Eduardo
Nicol, y añade que es la poesía una producción o enfermedad absolutamente
endémica e incurable.
En aquélla
primera entrega en torno a este tema, preguntábamos también ¿Tiene alguna función la Poesía? ¿Cuál es el fin o propósito de la Poesía?,
y en esta entrega agregamos una pregunta más: ¿Por qué escribir o leer Poesía?
A la gran mayoría le aburre escuchar a los poetas leyendo sus versos,
incluso se atreven a afirmar que la poesía es una pérdida de tiempo, y es aquí
que replanteo la pregunta que alguna vez hiciera el maestro Montale: ¿Podrá
sobrevivir la poesía en el universo de las comunicaciones masivas?
Tan fuerte es la palabra construida bajo la arquitectura y el sonido de
un poema, de la Poesía misma, que ésta ha logrado sobrevivir a guerras, al
nacimiento y avance de la tecnología, de las telecomunicaciones; al aumento y
fortalecimiento de la insensibilidad y la indiferencia del hombre, a la
intensificación de la violencia y la crueldad que, día a día –de manera por
demás descarada- asoma con mayor frecuencia y de manera alarmante en sociedades
enteras.
Sí, la Poesía sobrevivirá a pesar, incluso, de malos poetas y
charlatanes abusivos de la palabra pues, como también afirmara Montale “el
incendio de la Biblioteca de Alejandría destruyó tres cuartas partes de la
literatura griega. Hoy, ni siquiera un incendio universal podría acabar con la
torrencial producción poética de nuestros
días. Pero se trata precisamente de producción, es decir de manufacturas
sujetas a las leyes del gusto y de la moda.”
Montale afirma que la Poesía es un arte que se sirve de palabras, y las
palabras no pueden prescindir de un color histórico y de una resonancia que
cambian con gran rapidez. Por eso la poesía, mucho más que las otras artes,
parece condenada a envejecer y al envejecer sobrevive si se presta a diversas
reconstrucciones e interpretaciones. Las artes poseen mayores objetivos, de
alguna manera son más resistentes al tiempo. Por eso, el alto y oscuro destino
de la poesía parece ser el de inclinarse cada vez más hacia la condición de
arte.
Es así que la palabra es la base de la poesía y, como ser vivo, la
poesía –como la palabra- evoluciona. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos,
que la Poesía es una de las formas que presentan las palabras para mostrarnos
su fuerza. Sí, la palabra es, sin duda, poderosa, y no me refiero con esto a
que piense usted en cuestiones de leyes de atracción o en esos programas de
piense positivo con la fuerza de sus palabras, no; más bien me refiero a que
cada grafía que forma cada una de las palabras con las que nos comunicamos, con
las que expresamos nuestros sentimientos, nuestra forma de pensar, incluso
nuestra creación contiene en sí la fortaleza que la hace vibrar y que le
permite existir más allá, incluso, del tiempo. Ya hacíamos referencia, líneas
más arriba, de la fuerza de la palabra, leamos: Tan fuerte es la palabra construida bajo la arquitectura y el sonido de
un poema, de la Poesía misma, que ésta ha logrado sobrevivir a guerras, al
nacimiento y avance de la tecnología, de las telecomunicaciones; al aumento y
fortalecimiento de la insensibilidad y la indiferencia del hombre…
(Continuará)
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