El
Código Penal Federal estipula, en el título Vigesimosexto, artículo 427 estipula
que se impondrá de seis meses a seis años de prisión, y de trescientos a tres
mil días de multa a quien publique, a sabiendas, una obra sustituyendo el
nombre del autor por otro nombre. Asimismo, el artículo 427 señala que las
sanciones pecuniarias previstas en el presente título se aplicarán sin
perjuicio de la reparación del daño, cuyo monto podrá ser menor al cuarenta por
ciento del precio de venta al público de cada producto o de la prestación de
servicios que impliquen violación a alguno o algunos de los derechos tutelados
por la Ley Federal del Derecho de Autor. Los delitos previstos en este Título
(afirma el artículo 29) se perseguirán de oficio, excepto lo previsto en los
artículos 424, fracción II y 427.
A ese
copiar y pegar, a ese tomar tan sólo un párrafo e incluirlo en mi escrito,
cerrando los ojitos o viendo para otro lado, fingiendo no saber qué es lo que
estoy haciendo, se le llama plagio.
Plagiar,
copiar una idea o una obra literaria, artística, científica de otro autor,
presentándola como si fuera propia.
Seríamos
omisos, incluso cómplices, al no admitir, al no señalar que el plagio se comete
en nuestro país desde hace ya un buen rato. Nuestro sistema educativo, también
desde hace mucho tiempo, se hace de la vista gorda para no admitir o señalar el
plagio como debe ser e, incluso aplicar la sanción correspondiente. Sea por
flojera, por falta de tiempo, por tedio o “como para qué voy a leer tanto
trabajo, si los alumnos nomás no quieren aprender, y ya sé, es casi seguro, que
todos copiaron y pegaron”, pero los docentes, la gran mayoría, no se detienen
ni se dan el tiempo para leer ni para retroalimentar los trabajos de los
alumnos.
Aunque
uno no quisiera señalar al sistema educativo nacional, aunque uno no quiera
aceptar la lamentable situación en la que se encuentra la mayoría de los
estudiantes de México, de todos los niveles, sí, de todos (ahí tenemos ya a una
Ministra que es claro ejemplo de que el plagio no respeta edad o grado
escolar), aunque uno no quiera hablar de este tema tan de moda y tan escabroso,
lo cierto es que, el COVID, ese bicho tan maldito y tan condenado, no sólo nos
trajo la pérdida y la enfermedad, también nos embarró en la cara el atraso
considerable, preocupante, que se tiene no sólo en estrategias de salud, también
en cuestiones que atañen a la educación e, incluso, a la infraestructura
digital negada o proporcionada a medias para la gran mayoría de los mexicanos.
La
costumbre se hizo ley: durante el confinamiento, durante la educación en línea,
la educación a distancia, nuestros alumnos tuvieron demasiada libertad. No
tomaron en cuenta que atravesaban por una de las pruebas más rudas, el avanzar
fortaleciendo su capacidad cognitiva, su razonamiento, su sentido crítico,
partiendo de la lectura, del análisis y la redacción; sin embargo, decidieron
por el camino fácil, copiar y pegar. ¿Qué estrategia implementar, qué argumento
logrará convencer a los alumnos y a algunos políticos de que el copia y pega no
es opción?
Desde
mi punto de vista, es necesaria y urgente la mano dura, la aplicación de la
sanción. Como docentes, comprometernos a leer y retroalimentar los trabajos
académicos de nuestros alumnos; motivarlos a no caer en la tentación del
parafraseo ni del plagio, sino más bien alentarles a que le pierdan el miedo a
redactar y expresarse.
Letras
impostoras. Reflexiones sobre el plagio, del Mtro. Camilo Ayala, representa la
sal en la herida; hablar de un tema que se acerca a lo innombrable, señalar el
secreto a voces, porque el plagio existe y es el pan nuestro de cada día; el
plagio existe y no se ve que vaya a detener su aplicación ni su marcha.