Dame de beber tus lágrimas
María de Magdala,
muéstrame en cuál de tus gotas
permanece
derramado
mi
corazón.
Incierto corazón ante la hambruna del tiempo que devora tus costados, incierto corazón, marchito, destinado a cargar con tanta memoria y a morir lentamente apuñalado por cada uno de tus recuerdos
martes, octubre 11, 2005
jueves, octubre 06, 2005
Marionetas
A Ricardo Garza
A su inexplicable partida
Al atardecer,
alguien corta los hilos
que hacen colgar a los pájaros del cielo
y con espinas enumera las palabras
que se escucharon durante el dìa;
con esos mismos hilos
alguien ata nuestros huesos,
ya cansados se dejan hacer,
se dejan pintar la noche
y adormecidos contemplan la fina danza
de las sombras,
exquisito desangrar de la luz
sobre el asfalto.
Y la tarde ya no es tarde
sólo noche,
ese lado oscuro en el rostro de Dios
poblado de soles pequeños a punto
de extinguirse.
Ya en lo alto
- desde los hilos -
uno ve pasar la vida como el humo del cigarro,
uno intenta contenerla
pero el viento bien hace su trabajo
y la vida se va,
se marcha a través de ventanales
y rendijas,
se llena de soledad el rostro
porque ciertamente
solos nos vamos quedando,
solos y marchitos
como las margaritas en el invierno
- solos -
con los versos hechos nudo
en la cabeza,
con la certeza de ser aún jóvenes
aunque esto sea falso.
Y la muerte nos fuma lento,
despacio,
hasta ese momento,
ese minúsculo momento
en que ya no vemos a los pájaros
colgar del cielo
A su inexplicable partida
Al atardecer,
alguien corta los hilos
que hacen colgar a los pájaros del cielo
y con espinas enumera las palabras
que se escucharon durante el dìa;
con esos mismos hilos
alguien ata nuestros huesos,
ya cansados se dejan hacer,
se dejan pintar la noche
y adormecidos contemplan la fina danza
de las sombras,
exquisito desangrar de la luz
sobre el asfalto.
Y la tarde ya no es tarde
sólo noche,
ese lado oscuro en el rostro de Dios
poblado de soles pequeños a punto
de extinguirse.
Ya en lo alto
- desde los hilos -
uno ve pasar la vida como el humo del cigarro,
uno intenta contenerla
pero el viento bien hace su trabajo
y la vida se va,
se marcha a través de ventanales
y rendijas,
se llena de soledad el rostro
porque ciertamente
solos nos vamos quedando,
solos y marchitos
como las margaritas en el invierno
- solos -
con los versos hechos nudo
en la cabeza,
con la certeza de ser aún jóvenes
aunque esto sea falso.
Y la muerte nos fuma lento,
despacio,
hasta ese momento,
ese minúsculo momento
en que ya no vemos a los pájaros
colgar del cielo
Verdaderamente... Algo del maestro Efrain Huerta
...
" En verdad,
en verdad no nos alcanza el sentimiento
para gritar debidamente en contra del recuerdo".
" En verdad,
en verdad no nos alcanza el sentimiento
para gritar debidamente en contra del recuerdo".
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