sábado, mayo 28, 2005

Ábreme

Ábreme tierra la entraña de la noche,
muéstrame sus dientes de loba
y extrae de ellos el ombligo de Dios Padre,
trepa cauta sus pupilas
y permite a la memoria de los hombres
danzar de puntas sobre el comal
de tus múltiples apariencias.

Ábreme tierra por dentro
y libera el canto del mar
y el murmullo de la pradera,
deja escapar, te pido,
a los viejos por las columnas del recuerdo,
abre a ellos tus paredes color sepia
y permite se fundan en tu esencia
sin que habiten el vacío.

Ábreme tiempo la memoria
y arráncame este miedo.
Habítame de palabras
de altares sin veladoras
de silbidos de tren al caer la tarde.

Ábreme, tierra, ábreme,
bebe de mí la sangre de las horas

el espacio del minuto
y la eterna resurrección de los segundos.

Ténsame, tiempo y ábreme,
déjame salir de esta fotografía
para que mi ciudad envejezca.


De Tanta Memoria, Fondo Editorial Tierra Adentro (CONACULTA), No. 245.

viernes, mayo 20, 2005

Sin Título

Llueve.

Ordeno mis restos en medio de la noche,
me reconstruyo:
el dolor al fondo de la pupila
en el pecho la angustia
y en la memoria los muertos bailan y se burlan
de esas historias no contadas
de metáforas que no lograron cubrir las apariencias.

Ruina del día, la noche,
en ella se gesta la luz y se reconstruyen
los amaneceres que se repiten y repiten
y anuncian los perros a las cinco de la mañana,
cómplices de amantes furtivos
y de los abandonados que buscan entre calles
alguna razón para seguir ordenando sus restos.

Llueve.

Cierro los ojos
para que el dolor no hable.

viernes, mayo 06, 2005

Inevitable

Cigarro tras cigarro
los días y las noches,
los párpados cerrados
abiertos
y de nuevo cerrados

y por dentro esa llama
y ese guiñapo revienta el pecho
y se llena de tinta las manos
para transformar en rumor las voces

porque con un rumor
con un susurro
la noche anuncia al día que su tiempo ha terminado

entonces el guiñapo fuma
y busca con el humo tejer un hilo
que le garantice el retorno
y fuma
y detrás del humo
los párpados cerrados
y de nuevo abiertos,

porque se busca contener al mundo
en las cuencas de los ojos,
- triste espacio destinado a quedar vacío -

porque como el humo los días se van
lanzándolo inexorablemente
hacia la noche.