viernes, enero 28, 2005

Del tiempo y otros temores

Hoy he visto a mi padre, lo encontré cansado, deprimido y enfermo... El tiempo se lo está comiendo lentamente y yo estoy repleta de furia e impotencia por ello. Perdón por utilizar este blog para hablar de algo tan personal, tan amargo; por confesar el temor que tengo de perderlo, pero es que no tengo otra manera de sacarme este hueso que me ahoga desde hoy por la mañana, incluso hasta lo descubrí más pequeñito ¿en dónde aquel Teniente que cruzaba el llano cuando regresaba del campo militar? ¿en qué capítulo de la historia, mi historia, se quedó, tan callado y tan quieto? Extraña su sax-barítono y su trabajo en la Banda del Municipio de Monterrey, extraña el movimiento, el ir y venir sin que el cansancio lo obligue a detenerse para tomar aire... se lo está comiendo el tiempo y nada puedo hacer para evitarlo. Extraña su música y a sus alumnos de la secu; y yo lo extraño a él, como antes, fuerte, con su mirada limpia y sin cansancios... Perdón, perdón por hablar en este blog de algo tan personal y tan amargo; pero hoy por la mañana he visto a mi viejo y es hora que no puedo escupir este pedazo de corazón que me asfixia.

domingo, enero 23, 2005

Crónica del Barrio

1:30 am... hace frío, mucho frío. Dicen que después de la tormenta viene la calma, eso no aplica aquí en el Barrio Antiguo, no, para nada, menos un sábado a la 1:30 de la mañana; no importa el frío, el aguacero o que el clásico de fut haya quedado empatado a un gol, nada parece importar a las chavas que pasan con sus minis y con la pechuga casi al aire (insisto, hace mucho frío), abrazadas entre sí en franco apoyo para no caer al suelo, perdidas por la peda. Gritos, pláticas en voz alta por Matamoros, chavos que pasan corriendo porque ya se hizo tarde para llegar al siguiente antro, autos, autos y más autos, la música del Antrópolis a todo lo que da, una chava que ya le dio un llegue al carro de atrás y los gritos de Juan Pablo avisando del trancazo, el oficial de tránsito y su silbato desesperado, intentando detener a más de uno (no ha llegado a la meta de los mil) y un par de policias acaba de detener a una pareja en la esquina de Mina por andarse golpeando en la vía pública... momento... una pareja que se golpea en la vía pública, no debería de extrañarnos en estos tiempos, a esta hora y con unas chelas encima - ¿qué no tienen frío esos que cantan en el Antrópolis? - más café, más cigarro y la pareja discute con los oficiales
--- Está segura de lo que va a hacer
--- Este cabrón no tiene porque pegarme
--- Pero usted también tiene que ir a la demarcación...
--- No puedo ir, tengo que llegar a mi casa
--- Ella empezó
--- Usted se calla
y yo en la puerta del café, aquí, en este umbral casi a oscuras, hace frío, después de llover siempre hace más frío
--- "Sé que es tarde ya, para pedir perdón, es muy tarde ya y lo siento, termina nuestro amor. Si ya nada funciona contigo y el intento no va más allá...", gritan los chavos en el Antrópolis y la pareja sigue discutiendo con los policías
--- Tengo que irme a mi casa ya
--- Tiene que ir a poner la denuncia, mire, es mejor que vaya, esto puede llegar a más
--- Quítenme estas chingaderas, ella empezó
--- Usted se calla
y los del sindicato único de trabajadores de la franela observando la escena (léase en pleno chisme), mueven el brazo automáticamente sin quitar los ojos de la pareja... a sí, decía, que en estos tiempos no debe extrañarnos el que una pareja se acomode sus chingadazos en plena vía pública; últimamente se nos ha permitido fomentar el circo urbano, la discusión y los madrazos a la vista de todos, es como una especie de catársis para aquellos que observan los hechos, los problemas personales se aminoran, el morbo se alimenta y se incita a la polémica por saber quién tuvo o tiene la culpa de haber comenzado la discusión. El observar los actos de violencia y de crueldad sirven, a quienes no participan en ellos, para descargar las desgracias personales con el simple hecho de presenciarlas, ha dicho algún estudioso, la crueldad y la violencia son el pan nuestro de cada día. Al menos aquí en el Barrio Antiguo, los fines de semana se ve de todo y se escucha de más, quienes vivimos aquí nos hemos acostumbrado a todas esas cosas y, la mera verdad, el Barrio es otro los fines de semana, es como una gran fiesta familiar.
Ha llegado por fin la patrulla, se sube la pareja y el sindicato único de trabajadores de la franela siguen su chamba. El circo terminó y uno debe seguir inmerso en su rutina. ¿Qué no tienen frío los que siguen cantando en el Antrópolis?ç

sábado, enero 22, 2005

Sin Título

Para Armando y Gaby
Gabriela habla y habla. Desde hace un buen rato dejé de prestar atención a lo que me platica. Lo último que alcancé a escuchar fue que la vecina del siete se encuentra preocupada porque su hija no llegó a dormir a casa. No me interesa en absoluto enterarme de los problemas de los demás, bastante tengo con buscar una salida para los míos. Intento gozar del lento transcurrir de las horas en esta que hemos llamado nuestra plaza, sentir cómo la vida busca sonreírnos a pesar de los contratiempos y la rutina.
Este folleto que ilustra y promueve un sin fin de estilos y marcas de relojes fue lo que me orilló a distraer mi atención de la plática de Gabriela. ¿Por qué nos empeñamos en inventarle al tiempo toda una gama de rostros? No logro entenderlo. El tiempo no se preocupa siquiera por mostrarse hermoso ante los hombres, él solamente corre y corre, fluye sin tomarnos en cuenta y si un rostro posee, es el de cuerpos agrietados y marchitos a causa de su paso: sus ojos son nuestros ojos que secan lentamente el cansancio y el contemplar tantas cosas en esta vida. Tal vez el tiempo tropieza con alguna de las arrugas que se dibujan en el montón de rostros de este mundo y, por cada caída que sufre encima de nosotros, nos condena en venganza a un día menos de existencia. Pienso que por eso los hombres se preocupan en diseñarle un rostro pues, de esta manera, el tiempo tendrá uno propio y, quizá, se olvide de hurtar la lozanía de caras y cuerpos; de apropiarse de las voces para enronquecerlas y, con ello, se olvide de destinarnos a envejecer.
¿De qué color será el tiempo: negro, blanco? No lo imagino siquiera. El tiempo es igual para blancos y negros, para gordos y flacos, para cuerdos y locos; a todos nos persigue y, cuando nos alcanza, nos manosea tan bruscamente hasta convertirnos en pequeñas pasas vivientes.
El contemplar esta variedad de rostros que el hombre se empeña en delinearle al tiempo (aunque todos sean exactamente iguales) me ha hecho recordar lo que el tío Carlos hacía hasta hace poco. Su trabajo le exigía viajar por varios Estados de la República y, en consecuencia, casi nunca estaba en casa. Esto no era problema, pues la tía no ponía resistencia alguna, ya si no, cómo podía exigirle estar con ella, aquí en el pueblo, si ni siquiera estaban casados. En cierta forma el tío era libre de hacer lo que le viniera en gana; y aunque la tía Lilián le sabía sus movidas, no le reclamaba nada pues, como dicen, "ojos que no ven, corazón que no siente".
Pero regresemos a las manías que al tío apasionaban. Es de sobra mencionar que cuando uno viaja solo, aparecen un sin fin de personas en nuestro camino. El tío tenía una suerte bruta con las mujeres y tal vez confiado en ello llegó a cumplir cabalmente, y al pie de la letra, ese refrán que los marineros pregonan.
Para sellar un nuevo “pacto de amor" con alguna de sus aventuras (porque, decía, eran sólo eso y nada más), intercambiaba un reloj de buena marca y excelente estilo que procuraba traer siempre consigo (y que les hacía creer había comprado antes de salir de viaje), por el que la recién conocida poseía. Lo que no sabía cada nueva aventura del tío, era que el reloj que recibía, pertenecía a la mujer que éste tenía en otro de los Estados que visitaba con frecuencia.
Al principio no entendía el por qué de esta manía del tío Carlos, incluso, cuando arrogante me confiaba sus triunfos sentimentales llegué a tacharlo de cruel, pues me preguntaba cómo reaccionarían esas mujeres si se llegaban a enterar de que sus relojes (que creían acompañaban al tío por siempre y en cierta forma lo obligaban a recordarlas) eran intercambiados de la misma manera por otros en otras ciudades inscritas en su gran harem. Conociendo a las mujeres es fácil averiguarlo: Se hubiesen sentido traicionadas, heridas y burladas por el tío y, por qué no, con un enorme deseo de ponerlo en su lugar.
Todo este teatro le funcionó muy bien hasta que, no sé si dentro de sus cabales o en algún trance de verdadero amor, se le ocurrió intercambiar el reloj de la tía. Cuando regresó a casa de aquel viaje a Tuxtla, la tía le preguntó si, de pura casualidad, no había visto su reloj. El tío, algo nervioso, no supo qué responder y guardó silencio por varios minutos moviendo la cabeza en sentido de negación. En ese entonces yo vivía con ellos pues mi padre estaba fuera de la ciudad, también por cuestiones de trabajo.
--- ¡En la madre Armando! Algo me dice que la regué toditita --- Lógico es que el tío estaba que se lo cargaba, pues el reloj se había quedado en Tuxtla con una de sus viejas.
--- ¿Por qué, tío? --- Pregunté fingiendo no recordar su costumbre de regalar lo que, a decir verdad, no era digno de poseer--- ¿A poco sabes dónde está el reloj de la tía? --- y sin ganas proseguí con la mirada clavada en papeles y cotizaciones que elaboraba para la empresa en la que en ese tiempo trabajaba.
--- ¡Mmm, que si sé! Se me ocurrió intercambiarlo en Chiapas cuando fui a lo de la auditoría --- Cuando confesó esto, abrió lo más que pudo sus ojos y caminó de un extremo a otro, semejante a un león que de repente se sabe acorralado y a la vez perdido.
--- ¡Ahora sí la hiciste buena! Mira que regalar el reloj de la tía...--- Forzado a ello, tuve que levantar la vista y seguirle en su afán por cavar un pozo en línea recta a lo largo de la sala. En voz baja, cuidando que la tía no lo escuchara, continuó confesándome su torpeza.
--- Es que se me olvidó el reloj de la de Guerrero. No pude llevarme el mío porque se le había caído el perno y me llevé el de tu tía --- Para entonces la tía echaba madres en la recámara mientras buscaba el reloj hasta debajo de la cama. Aventaba todo y culpaba a mi prima Andrea de habérselo llevado al colegio y haberlo perdido. Andrea alegaba a gritos que eso no era cierto y se defendía de las acusaciones.
--- ¿Y qué vas a hacer ahora? La tía no descansará hasta encontrar ese reloj, recuerda que siente por él un chingo de cariño pues fue un regalo del abuelo --- Vaya, hasta yo me molesté por lo que el tío Carlos había hecho. Nomás de imaginar que la tía descubriera o sospechara el paradero de su reloj...
--- ¿Sabes qué? Mañana mismo, muy temprano, me voy a buscar a esta vieja pa que me devuelva el reloj y le regalo otro --- Recuerdo bien que cuando mencionó esto último, revisaba su cartera para ver cuánto traía para el pasaje. Como era viaje personal, el despacho no cubriría los gastos y no sabía qué excusa inventar para ausentarse e ir en busca del mentado reloj.
--- ¿A Tuxtla? ¿Vas a ir de nuevo a Chiapas? --- Creo que adrede levanté un poco la voz y, en el acto, el tío chistó molesto haciéndome la seña de que no hablara tan fuerte.
--- No Armando, esta niña no vive en Chiapas, parece que es del norte...
--- ¿Cómo que parece? ¿No sabes ni dónde vive?
--- ¡No jodas! Es de Chihuahua...
De nuevo interrumpí levantando la voz:
--- ¿Vas a ir a Chihuahua? Conociste a una mujer de Chihuahua en Chiapas --- Una carcajada traicionó mi seriedad--- ¿Y por lo menos sabes dónde vive?
--- Sí. Acostumbro pedirles teléfono y dirección pa cuando me envíen del despacho a trabajar a su ciudad. --- Frotando su rostro y rascándose una y otra vez la cabeza, añadió decidido--- Mañana mismo me voy pa Chihuahua. No se te vaya a ocurrir decirle a tu tía a qué diablos voy. Le voy a decir que de repente y sin avisar, uno de los supervisores me envió hasta allá...
--- Pero Chihuahua no pertenece a tu zona...
--- Ya sabré que inventar. Deja voy a preparar la maleta y ya sabes, pico de cera y ¡ay de ti con que me eches de cabeza!
El tío Carlos salió para Chihuahua la mañana siguiente. Ya estando allá llamó a la tía y ella, sorprendida, preguntó qué hacía en aquel lugar. La mentira ya estaba planeada y funcionó a la perfección, tan es así, que es fecha que el tío no regresa a casa y la tía, como ya dije, no tiene por qué ponerse exigente pues ni siquiera están casados. Pienso que tal vez no ha encontrado a la mujer a quien obsequió el reloj o, también, cabe la posibilidad de que se haya enamorado en realidad de esta niña, que prefirió quedarse con ella en ese extremo del mapa.
Debo confesar que desde entonces me quema la curiosidad por saber por qué el tío intercambiaba relojes con cada una de sus amantes. Creo saber la respuesta. El tiempo es un fantasma viviente tan real que adquiere forma en nosotros según transcurren los días. Él decidió guardar veinticuatro fragmentos de tiempo en el pulso de sus amantes (¿En cuántas amantes guardaría su tiempo?), acumular segundos y segundos hasta poseer (como cuando uno tiene una cuenta de ahorros en el banco) una buena cantidad de tiempo extra que solicitaría a cada una de sus mujeres llegado el momento. Pero ¿cómo hacerlos válidos? ¿Cómo retirar del banco del tiempo esa cuenta de ahorros? Vaya manía del tío. ¿Habrá conocido, con todos estos intercambios y entre la diversidad de estilos, formas y dimensiones que confiaba a sus amantes, el rostro del tiempo y su misterio? Eso no lo sé y tal vez nunca lo sepa. De lo que sí estoy bien seguro es de que, cuando Gabriela decida regalarme ese reloj que lleva consigo (Aún no logro convencerla de que me lo entregue) nunca voy a separarlo de mi pulso pues, aunque se niegue a aceptarlo, mis latidos siguen desde hace mucho el ritmo de los suyos. Éste es un juramento tal vez cursi. Pienso, sin embargo, es la única manera de lograr fundirme totalmente en su esencia; la única manera de habitar juntos el correr incansable del tiempo sin adelantarnos ni evaporarnos uno antes que el otro.

viernes, enero 07, 2005

Este tiempo... Triste memoria

"Si volvieran los dragones", plantea Sabina... Comparto con él ese deseo por resucitar el tiempo muerto, su plegaria por esos momentos que nunca regresarán, por aquellas generaciones de poetas, suicidas y locos que han vencido la barrera del tiempo.
El paso del tiempo sobre nosotros es como esos pellejitos que nacen detrás de las uñas, dolorosos en su crecimiento y, cuando se nos ocurre la grandiosa idea de arrancarlos, lo hacemos desde la raíz y el dolor viene acompañado, entonces, de sangre. Alguien dijo por ahí que los poetas escriben con sangre, frase cursi, trillada y fácil; ese tipo de afirmaciones van más con quienes escriben la historia, los políticos facistas y gobernantes sin escrúpulos, los asesinos de inocentes y de aquellos que reinventan la guerra.
Historia y Memoria, moneda de dos caras con las que el hombre se la rifa diariamente, pues escribir su historia es un ejercicio cotidiano y obligatorio que después - durante la madrugada, durante el traslado en el microbús, en una tarde con lluvia o, simplemente, pegado en algún cristal - reinventa con la memoria...
Tanta Memoria que cargamos como Cristo la cruz, Tanta Memoria pisoteando las neuronas, tantos recuerdos que sólo sirven para manosearnos la existencia y para "recordarnos" nuestra lamentable finitud.
..."Si volvieran los dragones"...¿seremos elegidos a vencer la barrera del tiempo?, por toda respuesta sólo puedo decir, dar tiempo al tiempo.